De nueva cuenta estar dentro de una cancha de basketball es sin duda el anhelo de la mayoría quienes leen estas palabras. No es poco común en un basketbolista en autoaislamiento soñar despierto con ese momento en que encestamos el tiro ganador, venciendo a la chicharra de manera dramática. Son muchas las ganas de reencontrarnos con el balón y con nuestros compañeros de equipo, con quienes solemos compartir muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Se extraña esa dinámica en entrenamientos y partidos, en giras y torneos importantes, donde cada integrante se expresaba individualmente para entre todos conformar un cúmulo de experiencias agradables.
Alrededor de un balón de basquet aprendimos a socializar. Hicimos amigos, muchos de los cuales nos han acompañado a lo largo de nuestro camino, y a quienes valoramos por lo que aportaron a nuestro crecimiento como deportistas. En esta actualidad cuando el distanciamiento es la clave para nuestra salud y la norma social a seguir, recordamos con nostalgia esos días de convivencia con compañeros.
Hacen falta aquellas carcajadas provocadas por las ocurrencias del clásico irreverente payaso del equipo, aquel que pone apodos perfectos, aquel al que no se le escapa ninguna carrilla y reparte por igual a veteranos y novatos.
Echamos de menos los duros obstáculos que representaban aquellos compañeros dotados de alta intensidad, que en entrenamientos lo daban todo y te inspiraban o forzaban a imitarlos.
Compartir esa sensación nerviosa previo a un partido importante. Compartir el buen ánimo dentro de un vestidor después de una victoria sufrida. Incluso compartir el enojo o la frustración después de una derrota. Todo eso extrañamos enormemente quienes jugamos basketball.
Ha sido difícil para todos aguantar todas estas semanas, pero para aminorar ese pesar podemos enfocarnos en esos recuerdos, así estoy seguro que será más fácil lograrlo, así más pronto estaremos otra vez botando el balón, driblando, corriendo, encestando y celebrando en una cancha de basketball. Que así sea.
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